domingo, 15 de diciembre de 2013

EL MUNDO ANTIGUO EN EL CINE

La historia de Roma ha sido una de las grandes inspiradoras en la producción cinematográfica. Desde los grandes clásicos del cine de Hollywood de mediados del siglo XX  hasta las últimas superproducciones de nuestro siglo, los acontecimientos del mundo romano han sido plasmados por el séptimo arte, permitiéndonos vivir casi en primera persona los grandes hitos del mundo clásico.
 La afirmación de la Antigüedad como género cinematográfico se sitúa  en los años 50 del siglo XX, en la llamada Edad de Oro de  Hollywood, cuando el término de peplum comienza a vincularse con  las películas que narran historias del mundo antiguo. De estas grandes  producciones destacan títulos tan relevantes como "Quo Vadis?"  (1951),  "Alejandro Magno" (1956), "Ben-Hur" (1959), "Espartaco"  (1960), "Rey de reyes" (1961), "Cleopatra" (1963)  o "La caída del  Imperio Romano" (1964).

"Los últimos días de Pompeya" (1959)
En Europa también se realizaron a mediados de siglo producciones ambientadas en la historia de Roma, en las que el rigor histórico está mas que cuestionado en la mayoría de los casos. Podemos destacar títulos como" Los últimos días de Pompeya" (1959) o "Rómulo y Remo" (1961).

Los años 80 abrieron una nueva percepción del género del peplum, en donde el tratamiento cómico de temas de la Antigüedad se reflejó en películas tan controvertidas como "Golfus de Roma" ( "A Funny Thing Happened on the Way to the Forum") (1966),"Jesucristo Superstar "(1970) o "La vida de Brian" (1979).

"Astétix y Obélix contra César" (1999)

Fueron en los años 90 cuando comenzó a renacer el gusto por la Antigüedad, realizándose ahora incluso largometraje animados con títulos como "Hércules" (1997) o  "El príncipe de Egipto" (1998) y sagas tan peculiares como "Astérix y Obélix contra César"(1999) en adaptación con actores reales.

El siglo XXI trajo consigo las grandes superproducciones de temática clásica, en donde las últimas tecnologías se pusieron al servicio tanto del cine como de la Historia, recreando imponentes escenarios que nos permiten acercarnos tanto a los grandes episodios del Mundo Antiguo como a los detalles concretos de la forma de vida griega o romana. Destacan aquí títulos tan conocidos como "Gladiator" (2000), "Troya"(2004), "Alejandro Magno" (2004), "300" (2006) y su particular visión de la batalla de las Termópilas o "Agora" (2009) .

"Gladiator" (2000)





Vemos así como la historia del Mundo Clásico ha sido y sigue  siendo  una fuente inagotable para las producciones  cinematográficas,   poniendo al servicio del pasado las nuevas tecnologías.











A continuación os dejamos una recomendación de las 10 mejores películas y series ambientadas en la historia de Roma, según nuestra opinión.

 1. "Quo Vadis?" (1951)
 2."Ben-Hur"(1959)
 3. "Espartaco"(1960)
 4. "Cleopatra" (1963)
 5. "Yo, Claudio" (serie) (1976)
 6. "La vida de Brian"(1979)
 7. "Gladiator"(2000)
 8." Roma "(serie) (2005)
 9. "Ágora" (2009)
10."Spartacus"(serie) (2010)


Esperamos volver a veros pronto Junto al Tíber.

POMPEYA




Pompeya, Pompeii en latín,  surge a lomos de una colina a unos 30 metros sobre el nivel del mar, con una población que reunía elementos autóctonos, etruscos y griegos. Ubicada junto a Herculano, y cerca de la moderna ciudad de Nápoles, Pompeya pasó a la historia por ser enterrada de forma violenta tras la erupción del Vesubio, el 24 de Agosto del año 79 d.C. Una ciudad que cayó en el olvido hasta su descubrimiento en el siglo XVI.

Sin embargo las excavaciones en Pompeya no se iniciaron hasta 1748, bajo la dirección del Rey de Nápoles Carlos VII, más conocido como Carlos III de España, siendo continuadas hasta el siglo XIX. Ya durante el siglo XX se realizaron grandes obras de restauración de la ciudad, que fue declarada en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, dentro del llamado "Parque Natural del Vesubio".

El área arqueológica de Pompeya abarca alrededor de 66 hectáreas, de las cuales tan sólo 45 fueron excavadas, siendo una muestra perfecta de la vida romana durante el siglo I d.C. Una ciudad en la que se observan edificios públicas, villas suburbanas, casa e incluso una necrópolis, constituyendo uno de los yacimientos arqueológicos más conocidas del mundo.


La Casa del Fauno

Con una superficie de 2.970 metros cuadrados, "La Casa del Fauno" es uno de los recintos más espaciosos de Pompeya. Fue edificada a inicios del siglo II a.C., sobre una vivienda anterior, adquiriendo su forma actual a través de varias reformas. Su rica decoración en mosaicos, destacando el famoso "Mosaico de Issos",  recalca la solera de esta casa, que recuerda más a las domus de la aristocracia romana, que a las viviendas de los habitantes provinciales. En el centro del impluvium, se localiza la estatua de bronce del "fauno" datada del siglo II a.C, cuyo original se localiza en el Museo Arqueológico de Nápoles


El Moisaco de Issos


El "Mosaico de Issos" es un famoso mosaico localizado en la "Casa del Fauno" de Pompeya. Realizado alrededor del siglo II a.C., representa la batalla de Issos en donde los hetairoi de Alejandro Magno, representado en la parte derecha del mosaico, son guiados por su líder contra las tropas de Darío III Codomano, antiguo rey persa. Actualmente la obra se localiza en el Museo Arqueológico de Nápoles.


A continuación os dejemos un documental sumamente interesante sobre la erupción del Vesubio y Pompeya, para que podáis profundizar en este increíble acontecimiento de la historia de Roma. 



Esperamos volver a veros pronto Junto al Tíber.

LA REPÚBLICA



Con la caída de la monarquía, la sociedad romana hará frente a nuevos retos y entrará en el juego internacional por el control del Mediterráneo. El periodo republicano marca, en gran medida, el devenir de la historia posterior puesto que este es el momento en que Roma termina por erigirse como gran potencia dominando la totalidad del Mare Nostrum. 
La desaparición de la institución monárquica condiciona la necesidad de reorganizar el funcionamiento de la ciudad. Así, los poderes del rex fueron transmitidos al rex sacrorum en lo que respecta a la religión y a las magistraturas con imperio. El patriciado monopolizaría la vida pública a través de su participación en el Senado (órgano con auctoritas sobre cualquier decisión pública) y las Magistraturas, electivas, temporales y colegiadas, que organizaban los aspectos ejecutivos, civiles y militares del Estado.
Poco tiempo después de la instauración de la República, estalla el “Conflicto Patricio-Plebeyo” (494 – 287 a.e.) en que la plebe se enfrentará a los aristócratas por tres motivos fundamentales: el acceso de los plebeyos al poder político y religioso, el reparto del ager publicus y la supresión de la dependencia por deudas o nexum. El conflicto se caracteriza por  las secessio, entre las que cabe destacar la del 494 a.e., cuando se crea la Concilia Plebis, o la del 471 a.e., cuando se crea el Tribunado de la Plebe (magistratura con poder de auxilium e intercessio, personaje inviolable y sacrosanto) y a los ediles plebeyos. Asimismo, se codifica el derecho consuetudinario a través de la Ley de las XII Tablas (450 a.e.) y se promulgan toda una serie de leyes, como la Canuleya o las Licinio-Sextias. Finalmente, la lex Hortensia (287 a.e.), pondrá fin al conflicto al marcar el carácter prescriptivo de las decisiones tomadas por los Comicios Tribados, ratificando la disposición del 449 a.e. de las leyes Valerio-Horacias.

Paralelamente, Roma iba imponiéndose como gran potencia de la península Itálica desde la invasión de los galos del 390 a.e. que causó graves daños a la ciudad. Roma se hizo con el control en el Lacio tras la guerra latina de la primera mitad del siglo IV a.e. A continuación, se dispuso a expandir su dominio por medio de las guerras samníticas en las que destaca la humillante capitulación romana de las Horcas Caudinas (321 a.e.) y la batalla de Sentinum (295 a.e.) que marcó el curso de la contienda, que finalizará cinco años después. Poco después estalla la guerra contra los galos (284 – 283 a.e.) y la guerra en la Magna Grecia (en la que participó el rey Pirro de Epiro), que finalizó en el 272 a.e. con la capitulación de Tarento tras la batalla de Maleventum/Beneventum tres años antes. Tras la conquista del territorio peninsular se procedió a la ordenación del territorio mediante unos procedimientos básicos: la creación de colonias romanas, la organización de la población itálica en socii latinos, ciudades que gozaban del ius latii, y aliados itálicos (que estaban obligados a prestar ayuda militar a Roma por medio de la fórmula togatorum).

En el siglo III a.e. estalla un conflicto que marca el triunfo de Roma como potencia hegemónica en el Mediterráneo occidental: las Guerras Púnicas (264 – 146 a.e.). La primera de estas contiendas (264 – 241 a.e.) se saldó con la victoria romana en las islas Égates, tras la que los cartagineses se vieron obligados, entre otras condiciones,  a abandonar Sicilia y las islas adyacentes que pasaron a manos romanas. A continuación, Roma anexionó Sicilia, Córcega y Cerdeña que fueron convertidas en provincia. Los intereses económicos hicieron que Roma buscase aumentar su dominio hacia el mar Adriático, con las guerras ilirias (229 – 219 a.e.), y la Galia cisalpina (225 – 222 a.e.).

Comienza unos años después la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.e.) en la que los romanos tendrán graves problemas para imponerse a Aníbal, que logra importantes victorias sobre Roma, hasta la aparición de Publio Cornelio Escipión que promoverá un giro en la contienda desde el 210 a.e. Expulsa a los púnicos de Hispania en el 206 a.e. y logra la victoria sobre Aníbal en la batalla de Zama del 202 a.e., lo que le vale el sobrenombre de “Africano”. Paralelamente a esta guerra, se desarrolla también la Primera Guerra Macedónica (215 – 205 a.e.) que concluye con la firma de la paz de Fénice con Filipo V de Macedonia.

A partir de entonces, Roma iniciará lo que los investigadores denominan “imperialismo romano” en dos frentes: Hispania y el Mediterráneo oriental. Por lo que respecta al frente oriental, se inicia la Segunda Guerra Macedónica (199 – 197 a.e.) que finaliza con la paz de Tempe y la solemne proclamación de la “liberación” de Grecia en el 196 a.e. Dándose cuenta de que dicha libertad encubría el arbitraje romano en territorio heleno, se inicia una nueva campaña contra Nabis de Esparta en el 195 a.e. En el 191 a.e., la liga etolia pide ayuda al sirio Antíoco III contra la injerencia romana, pero el rey es derrotado en las Termópilas y en Asia, viéndose obligado a firmar la paz de Apamea (188 a.e.) que significó la desaparición de Siria como potencia mediterránea. Esta paz adquiere una importancia capital puesto que “debilitado Egipto y vencidas Siria y Macedonia, las relaciones políticas del Oriente mediterráneo, basadas en el equilibro de estos tres grandes reinos, experimentaron un sustancial cambio”. En el 171 a.e. estalla la Tercera Guerra Macedónica que finaliza con la Batalla de Pidna en el 168 a.e. tras la cual se impone una política de reorganización de Oriente con un marcado intervencionismo romano que no afecta sólo a Macedonia o Epiro, sino a Grecia, Rodas, Pérgamo, Siria y Egipto. Una nueva sublevación en Macedonia fue aplastada en el 148 a.e., que pasó a ser provincia romana, y un enfrentamiento entre la liga aquea y Esparta se saldó con la destrucción de la liga y de la capital federal, Corinto, en el 146 a.e.
En cuanto al Mediterráneo occidental, se produce la conquista y ocupación de la Galia cisalpina y de Liguria. En cuanto a la península Ibérica, Roma encontró una fuerte resistencia indígena que dificulta la conquista y fuerza a dividir los territorios ocupados en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior (197 a.e.). Sin embargo, estallan guerras contra lusitanos y celtíberos que se irán solucionando con la muerte de Viriato en el 139 a.e., por lo que respecta a los primeros, y la toma de Numancia por Publio Cornelio Escipión Emiliano en el 133 a.e., en cuanto a los segundos. Así, Roma logra extender su dominio sobre la mayor parte de la península, salvo por la cornisa cantábrica. Estalla en el 149 a.e. la Tercera Guerra Púnica, tras la declaración de guerra de Cartago a Numidia (151 a.e.), que se saldará con la destrucción de Cartago en el 146 a.e. a manos de Escipión Emiliano y la conversión del territorio en la provincia de África.


El expansionismo romano tuvo efectos negativos sobre las estructuras sociales del Estado que iniciaron el periodo de crisis de la República, en el siglo I a.e., caracterizado por la inestabilidad social, la necesidad de reformar el ejército y la crisis política que se polariza en optimates y populares. En el 133 a.e. accede al tribunado Tiberio Sempronio Graco cuya actuación dinamita la política posterior: propone una reforma agraria donde el ager publicus se reparta en lotes iguales e inalienables y para llevarla a cabo acaba con el carácter sacrosanto del tribuno de la plebe y descubre la total soberanía de los Comicios Tribados, ya que no es prescriptivo el visto bueno senatorial. Diez años después, su hermano Cayo Graco promoverá grandes reformas en el seno romano, como la lex frumentaria, la lex militaris o la lex iudicaria. También promovió la rogatio Sempronia de sociis et nomine Latino para otorgarles la ciudadanía romana aunque el proyecto no fue aprobado y Cayo moriría en el 121 a.e.
La muerte de los Graco dejó un clima político de violenta oposición entre los optimates, férreos defensores del poder senatorial, y los populares, defensores de la reforma cuyo escenario eran los Comicios tribados. En este contexto estalla la cuestión de Yugurta (116 – 104 a.e.) donde aparece el popular Mario, homo novus elegido cónsul en el 107 a.e. que promueve la profesionalización del ejército romano. Vence también a cimbrios y teutones entre el 102 y el 101 a.e. siendo saludado como nuevo fundador de Roma y padre de la patria. Se resuelve también en esta época la cuestión de la ciudadanía de los pueblos itálicos (91 – 88 a.e.) por la Lex Plautia Papiria (ciudadanía a los itálicos) y la Lex Pompeia (da el ius latii a la Galia cisalpina).
En el contexto de la contienda contra Mitrídates del Ponto, el cónsul optimate Sila decide marchar contra Roma en el año 88 a.e. y toma unas medidas de emergencia, volviendo posteriormente a la contienda asiática. Sin embargo, Cinna decide impulsar un nuevo golpe de Estado que le valdrá el gobierno de Roma durante tres años (86 – 84 a.e.). Sila regresa victorioso de las campañas orientales y se instaura en Roma como dictador en el 82 a.e., iniciando un proceso de represión (proscriptiones) de los enemigos y la denominada “Constitución silana” basada en la reforma del Estado con el fortalecimiento del Senado y el bando optimate. A comienzos del 79 a.e. Sila abandona la política muriendo un año después.

Tras la dictadura de Sila, la debilidad de la República permitía el ascenso de un régimen autocrático militar con alzamientos como la conjura de Lépido (78 a.e.), la rebelión de Sertorio (80 – 71 a.e.) o la revuelta servil de Espartaco (72 – 70 a.e.). Emerge en este contexto Pompeyo que recibe poderes extraordinarios para solucionar el problema de la piratería y la Guerra del Ponto. La lucha de poderes en Roma se suavizó con la instauración del “Primer Triunvirato”, en el 59 a.e., en el que participaron Pompeyo, Craso y César, aunque las desavenencias entre éstos no tardaron en aparecer y desembocó en una Guerra Civil tras la concesión en el 49 a.e. de poderes extraordinarios a Pompeyo. César cruzará el Rubicón dando inicio a cuatro años de conflicto que finalizarán tras la batalla de Munda en Hispania. Julio César permanece como único poder en el Estado, siendo elegido como dictador vitalicio y emprendiendo una serie de medidas que buscan transformar el sistema republicano: reorganiza la justicia, el Senado, la administración, funda colonias, etc.

Tras el asesinato de César en el 44 a.e., puso el poder en manos de Marco Antonio, Lépido y Octavio, que conformarían el “Segundo Triunvirato” en el 43 a.e. Sin embargo, los recelos entre ellos afloraron pronto y Octaviano se hizo con el poder absoluto tras derrotar a Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Accio, 31 a.e. Esta batalla sella el fin de la República y inicio del gobierno en solitario de Octaviano que, en el 27 a.e., recibiría el título de Augusto.

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sábado, 14 de diciembre de 2013

LA FUNDACIÓN DE ROMA Y LA MONARQUÍA




Situada en el extremo noroeste del Lacio, la ciudad de Roma fue producto de un proceso de sinecismo, agrupación, entre las aldeas situadas en las siete colinas que componen la ciudad, en el tránsito entre la edad del Bronce y la del Hierro. Aunque este territorio ya fue habitado desde el Paleolítico, no será hasta el 800 a.e. cuando se observe un verdadero cambio, a nivel arqueológico, desde esas aldeas primitivas hacia un núcleo urbano como tal.

En cuanto a la fundación de la ciudad existen una serie de leyendas, de origen griego y romano, que pretenden aportar datos en un momento en que Roma ye se iba imponiendo como gran potencia en el Mediterráneo. La cultura griega es la primera en preocuparse por introducir a la ciudad en el continuum histórico sirviéndose de la figura del troyano Eneas que, tras la pérdida de su patria, llega a la península Itálica. Por su parte, los romanos buscaron aportar unos orígenes autóctonos por medio de la leyenda de Rómulo y Remo, que habrían fundado la ciudad de Roma en el 753 a.e. Habrá que esperar hasta los Orígenes de Catón (234 – 149 a.e.) para observar una verdadera organización del pasado mítico romano al enlazar ambas leyendas por medio de la dinastía albana y la inclusión del pueblo aborigen.

Hoy en día, está aceptada la tradición que adscribe a los orígenes romanos una organización política monárquica gracias a una serie de materiales arqueológicos, así como al mantenimiento de una titulatura relacionada con la figura del rex. La organización política se caracterizaba, por tanto, por un rex, con adscripciones bélicas y religiosas, asistido por el Senado y las asambleas (Comicios Curiados). La lista de los reyes incluye un total de siete nombres legendarios, aunque muchos investigadores desconfían de la lista real no sólo por el hecho de que recorre unos 245 años, sino por la asignación a cada figura de funciones específicas.
De esta forma, al fundador Rómulo se le adscribe la organización política de la urbe: la creación de un Senado con cien patres y la división del pueblo en curias; así como el aumento de la población por la apertura de un asilo y el rapto de mujeres sabinas, que inició un conflicto que finalizó con la corregencia de Rómulo y Tito Tacio. A su sucesor, Numa Pompilio, se le adscribe la organización religiosa de la ciudad conforme a un calendario y a unas instituciones. Tulio Hostilio iniciará la política expansionista, mientras que Anco Marcio representaría “la paz y los valores económicos”. Durante este periodo, la organización social romana era gentilicia, con la gens y la familia como elementos básicos, y patriarcal, con el pater familias a la cabeza. Asimismo, también cabe destacar la existencia de clientelas en las que el patronus establecía vínculos de fidelidad, fides, con sus clientes. La ciudadanía estaba dividida en tres tribus de diez curias cada una por motivos militares: cada curia aportaba 100 infantes y 10 jinetes al ejército.
A la muerte de este último, acceden al trono un total de tres reyes de origen etrusco que marcarán el fin de la monarquía. Tarquinio Prisco continuó la política de expansión, erigió la Cloaca Maxima, el Circo Máximo y amplió el Foro. Servio Tulio será el artífice de la constitución severiana: crea cuatro tribus territoriales urbanas y dieciséis rurales y organiza a los ciudadanos en clases patrimoniales por centurias que se reunían en los Comicios Centuriados (quedan excluidos los proletarii por no participar en el ejército). Por último, Tarquinio el Soberbio, considerado como un tirano, fue destronado tras una conjura palaciega y supuso la instauración de la res publica en el 509 a.e.

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viernes, 29 de noviembre de 2013

LA CIUDAD ETERNA

Fundada, según dice la tradición, en el 753 a.e., la ciudad de Roma fue sin lugar a dudas una de las urbes de mayor renombre de la Antigüedad, cabeza de un Imperio que asombró a la humanidad y dominó la Europa occidental.
Aún hoy podemos ver la grandeza y majestuosidad de esta ciudad que nunca perdió su importancia ya que, incluso tras la caída del Imperio Romano de Occidente, en el 476 d.e., mantuvo su prestigio como cabeza de la Iglesia católica.
La ciudad del Tíber, con sus múltiples ruinas clásicas, sigue mostrándosenos como un libro abierto para comprender esta civilización que no sólo marcó el curso de la historia sino que también condicionó nuestra forma de entender la vida.
A continuación, os mostramos dos vídeos sumamente interesantes en los que podréis comprobar los cambios que han tenido lugar en los espacios más emblemáticos de la ciudad.

Vídeo 1: Reconstrucción de la Roma Antigua por Redwood School:


Vídeo 2: Comparativa entre la Roma clásica y la Roma actual, por Fernando Moro Regidor:


Esperamos que os sean de utilidad y volváis a vernos Junto al Tíber.